
Sacerdote, educador, científico y fundador
San Faustino Míguez, canonizado en el 2017 por el Papa Francisco al comprobarse un milagro extraordinario de sanación médica en la chilena Verónica Storberg, representa en la integridad de su vida una auténtica inspiración para todos nosotros.
Nacido en Galicia (España), descubre tempranamente su vocación sacerdotal que, aunada a su deseo de ser educador, lo lleva a la Orden de las Escuelas Pías, donde ya, como religioso, será ordenado sacerdote.
Es un amigo de Dios, a quien el P. Faustino siente y conoce como el compañero de camino a lo largo de toda su vida. Esta relación estrecha con Dios le da solidez y fidelidad en los muchos destinos donde sirvió; incluyendo Cuba, el Santuario del Escorial y Getafe. Sacerdote dedicado y sabio confesor, desarrolló su ministerio educativo con muchas generaciones, a las cuales impartió conocimientos desde las letras, las ciencias y los idiomas. ¡Era un auténtico sabio!
Sin embargo y en fidelidad a la integración de la Piedad (fe) y las Letras (ciencia), de nuestro fundador, San José de Calasanz, el P. Faustino destacó de manera sobresaliente como botánico y farmacéutico, desarrollando muchos medicamentos y recetas que aún hoy en día siguen ofreciendo alivio y curación debidamente patentados. Es precisamente el amor a los pobres y entre ellos a los enfermos, lo que inspira y sostiene su investigación científica. Tal es su prestigio, que llega ser bibliotecario nada menos que del Escorial.
Pero Dios le tenía reservada una última misión, ya que además de ser religioso-sacerdote, educador y científico, sintió el impulso divino a ser fundador. Y es que, en consecuencia con su dedicación y amor por los más pobres, descubrió la realidad de las niñas de escasos recursos, doblemente marginadas por su pobreza y por su exclusión de la escuela. Así, el P. Faustino es clave para la fundación del Instituto Calasancio de Hijas de la Divina Pastora (Madres Calasancias), dedicado en la Iglesia, precisamente a la educación de las niñas más pobres. El P. Faustino estaba convencido que la educación de la mujer era fundamental para dotar de “alma” a la familia y a la sociedad. Entendía el alma como todos los dones que las mujeres, en virtud de su propia inteligencia y potenciados por una buena formación, están llamadas a ofrecer para la mejora de la sociedad. Su opción por la mujer tuvo en sentido profético notable que nos sirve hoy de enorme inspiración para seguir proponiendo un mundo sin violencia, con absoluta equidad y de crecientes oportunidades para los niños, niñas y jóvenes.
Al celebrar hoy la fiesta de San Faustino Míguez y el Día Internacional de la Mujer, renovamos nuestro compromiso con evangelizar educando para la transformación del mundo, de un mundo que aún está en deuda con la mujer. ¡Felicidades a todas las mujeres de nuestra comunidad educativa1 ¡Qué Dios nos bendiga a todos!
P. Rodolfo Robert, Sch.P.








