
Vivimos unos días de especial emergencia educativa. Ante el confinamiento en nuestras casas, el exceso de contagios y defunciones, el miedo, la tristeza y la turbación encoge nuestros corazones. Los educadores realizan un esfuerzo admirable de “teledocencia”, pero hay preguntas e inquietudes que requieren del encuentro personal y del diálogo para encontrar respuestas convincentes. Cada papá y cada mamá tienen un especial desafío en estos días.
En la Corona de las Doce estrellas, san José de Calasanz dedica la séptima alabanza a la acción educativa de la Madre de Dios: “Alabado sea el hijo de Dios que quiso ser educado por Ella en su infancia”. El Papa Francisco, en el ángelus del pasado domingo de ramos 5 de abril, concluía su intervención con esta referencia a María, Madre de Jesús y Madre nuestra, sugiriendo tres aprendizajes para estos días:
De María aprendemos el silencio interior, la mirada del corazón, la fe amorosa para seguir a Jesús en el camino de la cruz, que conduce a la gloria de la Resurrección. Ella camina con nosotros y sostiene nuestra esperanza.
Dejémonos educar por la Madre:
- Silencio interior
En estos días, la situación nos obliga a permanecer recluidos en nuestros hogares. No podemos salir a la calle. Un silencio externo apaga la vitalidad a que nos tiene acostumbrado el ruido, la prisa y la actividad.
María nos habla de un silencio interior, ese que experimentamos en cada encuentro de Oración Continua. Cuando en silencio invocamos a Jesús, sentimos su presencia viva y consoladora que nos impulsa a desear estar con Él, hablarle de nuestras preocupaciones. Es fácil, en cualquier momento del día, podemos guardar silencio, recogernos, invocarlo… y cantar una sencilla oración.
«Estás aquí»
- La mirada del corazón
Las nuevas tecnologías han superficializado nuestras miradas. Es fácil visualizar muchas imágenes virtuales, pero sin la atención necesaria para entablar una relación vital con la imagen.
El Papa nos insinúa la mirada del corazón, que no se detiene en las apariencias, sino en el corazón. A Dios, no le complace el vigor de hombres o animales, sino que se fija en los que esperan en su amor, en los humildes que se estremecen ante sus palabras (Isaias 66,2)
En estos días son muchas las oportunidades para cultivar la mirada del corazón, que se conmueve ante el dolor y la tristeza, que se deja mirar por los ojos misericordiosos de María, y se fija en las actitudes y mensajes que suscitan esperanza, expectativas de futuro, confianza.
«Dejándome mirar»
- Fe amorosa
En la oscuridad del sin sentido, la fe y el amor pueden ser una fuente de luz. Saber dar razones para vivir y para esperar es nuestro gran reto de futuro (GS 31).
Ante tantas huellas de su ausencia, Dios acompaña nuestro tiempo presente desde dentro, donde sólo puedo llegar mediante la fe. Él es un gran sol, que sólo puede que derramar su luz, su vida, su amor en nosotros. Únicamente se nos pide abrir las ventanas de nuestro corazón a Él, a su Palabra, a su presencia, y darle tiempo para que vaya inspirándonos sentimientos, pensamientos y decisiones para construir un futuro de paz.
A María, que sigue de cerca de Jesús en su camino hacia la cruz, y que nos acompaña en nuestro dolor, nos confiamos:
A TU AMPARO Y PROTECCIÓN,
madre de Dios acudimos,
no desoigas nuestros ruegos
y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
defiende siempre a tus hijos.
